El 10 de febrero el Consejo de Ministros aprobó por Decreto-Ley la que según denomina «Reforma Laboral», con el fin declarado de crear empleo e incentivar la contratación.
La situación de crisis económica que ha elevado la cifra de desempleo por encima de los 5 millones de personas en el conjunto del Estado, ha servido al Gobierno del Partido Popular como puesta en escena de un escenario dantesco y apocalíptico donde la única medida posible a adoptar era la que denominan «Reforma Laboral».
Las medidas que han sido dadas a conocer suponen en resumidas cuentas una clara desrregulación de las relaciones laborales y una mayor flexibilización de la contratación y despido de trabajadores.
Medidas que desde hace años vienen produciéndose en el marco de las relaciones laborales, pero que en ningún aspecto parece que puedan cumplir el objetivo para el que se han promulgado: la creación de empleo.
El proceso de destrucción de empleo tiene otras causas y orígenes bien distintos a la regulación de los contratos laborales, y a procesos de flexibilización en el despido. Al menos, desde algunos miembros del Gobierno ya han cambiado públicamente el objetivo último de la «Reforma Laboral». El ministro de hacienda, Sr. Montoro, ha cambiado el paso reconociendo que «la «Reforma Laboral no creará empleo, pero permitirá cortar la sangría de destrucción de empleo». Es decir, por reconocimiento de parte, esta «Reforma» no creará empleo.
Por lo tanto, el engaño masivo al que nos ha sometido el Gobierno lanzando lemas del tipo «Reforma Laboral»= «Creación de empleo», no ha sido mas que un «slogan» publicitario ante un marco caracterizado por un desempleo galopante y unas medidas desde el Gobierno que pretenden de manera encubierta recortar derechos, desrregular el mercado laboral, precarizar el empleo y flexibilizar aún más si cabe el despido laboral.
Si lo hubieran explicado con las palabras que realmente explican lo que se nos viene encima: «recortar», «desrregular», «flexibilizar», «precarizar», desde un principio, nos hubiéramos entendido todos mejor, pero seguro que la reacción popular hubiera sido mucho mas desfavorable desde el minuto uno.
En cualquier caso, a medida que las normas se vayan desgranando, todo el panorama se verá más claro. A pesar de ello sería de agradecer que no sigan jugando con las palabras en una situación económica como la actual.
No hay nada como llamar al pan pan y al vino, vino. Aunque el Gobierno se dedique a hacer «juegos de palabras».
Se trata de DEFORMAR las relaciones laborales, no de reformar.
La presión que se ejerce desde el gobierno y la ceoe es algo que ya estudiamos con la
«ley de los vasos comunicantes»
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