“Todos los hombres libres, donde quiera que ellos vivan, son ciudadanos de Berlín. Y por lo tanto, como hombre libre, yo con orgullo digo estas palabras “Ich bin ein Berliner”. Estas palabras corresponden al final del discurso del presidente estadounidense John F. Kennedy en Berlín el 11 de junio de 1963.
El próximo 11 de junio se cumplirán 50 años del discurso de Kennedy. Pero hoy, con el recuerdo de sus palabras, quiero solidarizarme con las trabajadoras y trabajadores europeos por las dificultades y los sufrimientos que estamos pasando como consecuencia de la crisis económica que azota a toda Europa. De manera especial con los chipriotas, los últimos grandes damnificados de esta Gran Crisis.
Hace no demasiados años, que nuestro ideal como sociedad está depositado en Europa. El mito de Europa fue el paradigma de la Libertad, durante la dictadura franquista. Con la llegada de la Democracia fue un icono de progreso y de entrada en la modernidad. Así, celebramos con alborozo allá por el año 1.986 nuestra entrada en la Comunidad Económica Europea.
Una Comunidad que tuvo como objetivo fundacional la libertad de fronteras comerciales en los productos, los servicios, las personas, y que hace una década comparte moneda común: el Euro. Pero que nunca ha tratado con la suficiente voluntad de construir un proyecto de unificación política, con el mismo régimen presupuestario, fiscal, laboral, bancario, etc.
Se empezó por la Unión Monetaria, dejando en segundo término la cesión de la soberanía a una estructura «Federal» que permitiera la unidad política. Atrás quedaron los referéndums por la Constitución Europea, que en varios Estados sufrieron estrepitosas derrotas desde el egoísmo nacional, con el «euroescepticismo» como freno del avance en el proceso de construcción de un proyecto político europeo.
Pero ha sido esta crisis económica y financiera la que ha sacudido los cimientos de la Unión Europea y Monetaria. Los rescates a Portugal, Grecia e Irlanda, las inestabilidades de la deuda y la prima de riesgo en Italia y España, y la más reciente crisis de cuentas bancarias de Chipre, ponen en evidencia la estabilidad de una moneda: el Euro.
Sobre esto se ha escrito mucho ya. La dificultad de dar viabilidad a una moneda única sin unidad política. Ha habido en la historia varios casos de intentos de unificación de moneda, y que resultaron fracasados. Y otros intentos de moneda única, y que resultaron bien: el dólar americano y el marco alemán. Y triunfaron en su momento porque hubo unidad política real (EEUU y Alemania), y sobre todo, porque federalizaron entre todos sus territorios la emisión de deuda (la antigua prima de riesgo).
El dilema que realmente tenemos delante es: una Unión Política Europea o la inestabilidad como costumbre casi cotidiana. Para ello, los dirigentes europeos deben ser valientes y comprender que la Unión sólo existirá si está respaldada por un presupuesto, una fiscalidad, un régimen de asignación de recursos, un derecho laboral y un sistema bancario común, y sobre todo, con una deuda pública única que permita financiarse a todos los Estados al mismo tipo de interés.
Desgraciadamente, la vigilancia y control férreo que en estos momentos ejerce Alemania y algún otro Estado, de las instituciones y mecanismos monetarios europeos en beneficio propio, tampoco contribuyen a cambiar la trayectoria de los acontecimientos.
En la quinta edición del “Forum de Rennes” (Francia), celebrado durante los días 29 y 30 de marzo pasado, hubo una intervención del ministro socialista francés (1988-1991) y europarlamentario (1994-2009) Michel Rocard, en el cual apuntaba, en relación a la situación de Europa una idea: “…el regreso de la confianza dependerá de la vuelta a un pensamiento colectivo…”, y para salir de la crisis una consigna: “solidaridad”. Es evidente pues, que debe reinar la confianza y la solidaridad en Europa en torno a un pensamiento colectivo: la construcción de ciudadanía europea.
Con este horizonte de confianza menguada y de insolidaridad, o Europa da un paso más y avanza hacia esa integración política, sin la cual ninguna moneda común ha conseguido salir adelante nunca, o podemos seguir entreteniéndonos con pequeños acuerdos de ayudas europeas, repartos de fondos estructurales, apoyo a ciertos sectores productivos, o creando mecanismos de estabilización e inspección bancaria, que sólo servirán para alargar este escenario de inestabilidad o falta de confianza mutua.
Además de las propuestas del exministro Michel Rocard, confianza y solidaridad, sigo creyendo en la idea y las palabras del presidente John F. Kennedy: “soy un ciudadano español, berlinés… chipriota…europeo».
Artículo publicado en el Diario Montañés, el 5 de abril de 2.013