Una parte de mis recuerdos de niñez se anclan inevitablemente en Torrelavega y su comarca. El tránsito a Campoo desde Santander en verano y fines de semana, tanto en coche como en ferrocarril, marcó muchas de mis imágenes que aun recuerdo bien: un paisaje industrial en la travesía de Torrelavega, a lo largo de la antigua N-611.
Me permitió, por ejemplo, comprender e ilustrar mejor lo que fue la Revolución Industrial en mis tiempos de Bachillerato. Porque si algún sitio de Cantabria llegó, aunque tardía, la Revolución Industrial fue a Torrelavega. De hecho, el “cordón” industrial del mapa de la cornisa cantábrica a su paso por Cantabria se ha articulado siempre teniendo como referente a la ciudad.
El S. XIX conoce la creación de “Solvay” en Barreda, los terrenos de la “Exportadora Universal” (industria láctea de la época) que luego acogieron a la actual Sniace, las minas de Zinc en Reocín, y mas recientemente, Firestone, Aspla y otros ejemplos más. Todo esto dibuja en un fresco ese panorama industrial que todos compartimos en nuestra mente.
A nadie se le escapa que la reciente crisis de la empresa Sniace y los ríos de tinta que ello está ocasionando es un punto más en el declive industrial de Torrelavega que ya inició hace quizá 25 años. Vaya mi apoyo y solidaridad, por descontado, a sus 500 trabajadores y sus familias que pasan momentos dramáticos en la defensa de sus puestos de trabajo.
Datos como el decrecimiento demográfico y el descenso de las cifras de producción industrial están ahí. Y los factores, lejos de centrarse en una causa concreta, son muy variados: Van desde la competencia global de otros mercados industriales, la falta de inversión empresarial, el desfase a la hora de acometer la innovación tecnológica, sectores industriales maduros, y son sólo parte de los motivos que nos han llevado a esta situación.
Desde algunos sectores institucionales se ha llegado a decir que la crisis de “Sniace”, y que 500 trabajadores puedan ir a la calle, cerrando las puertas de la empresa, no deja de ser un problema que afecta sólo a esa empresa, y que desde la Administración Pública no se debe intervenir en dicho proceso.
Pero los datos, socio-demográficos y económicos de Torrelavega y la comarca parecen decir lo contrario: Hay un declive industrial paulatino de Torrelavega que afecta a todos sus habitantes, no sólo a los 500 trabajadores y sus familias de la factoría.
Lo que está en riesgo en estos momentos es la posibilidad de un cambio del paradigma de una ciudad. De esa ciudad, recordada por todos como industrial, y que fruto de ese declive, puede perder esa etiqueta de “industrial”.
Sin duda la experiencia ayuda mucho en estos casos, y otras ciudades o comarcas que también han pasado por esta situación nos permite poder explorar lo que se debe y lo que no se debe hacer para su Revitalización.
Y cabe resumirlas en tres líneas de trabajo:
1. Avanzar en la competitividad de Torrelavega como ciudad industrial: renovando con inversiones y diversificando el tejido industrial, abriendo campos en la innovación, reciclando y formando a los trabajadores y gestores, y manteniendo el uso industrial de ese suelo que dejan las empresas que dejen su actividad.
2. Aprovechar para hacer un nuevo “proyecto de ciudad”. Lejos de dejar que los asuntos de una empresa concreta en crisis sean resueltos exclusivamente de manera interna, el reto debe ser una labor que busque amplios horizontes ciudadanos: Ayuntamiento, Gobierno Autonómico, sindicatos, asociaciones empresariales, cámara de comercio, partidos políticos, asociaciones de vecinos, etc.). Con un claro liderazgo de lo local, pero en el que todo actor tenga algún rol que desempeñar y ejecutar y no ser mero decorado en una “foto”.
3. Delimitar en mayor medida los usos del suelo y búsqueda de mejoras sociales, medioambientales y culturales que van a redundar en beneficio de los ciudadanos, incluido el actual proceso de redacción del nuevo PGOU de Torrelavega, que tendría que “empaparse” de estos cometidos de planificación del futuro.
Que duda cabe que el territorio que abarca casi una quinta parte de la población y todo lo que ello conlleva, se encuentra en Torrelavega y su comarca, y ese peso en la economía de Cantabria debe suponer un aldabonazo para llegar a ciertos consensos sociales y políticos que, sin duda, van a repercutir favorable o desfavorablemente en el futuro de Cantabria y su ciudadanía. Todos los cántabros nos la jugamos en este envite.
Esas imágenes retenidas en mi memoria aun desde la niñez lo están aún más, por el cariño y afectividad que la Ciudad y sus gentes siguen dejando en mí. Y no me gustaría, no nos gustaría, que esa visión industrial e industriosa de la Comarca, quedara perdida en un rincón de nuestra memoria, cada día menos joven.
Artículo publicado en «El Diario Montáñés» del 13 de Noviembre de 2.013