El debate en las últimas semanas y meses en torno a la contrarreforma educativa planteada desde el Gobierno, y a vueltas con el concepto de la “Calidad” en la educación, ha dejado de lado otro tema, a mi modo de ver, fundamental para el éxito de nuestro sistema educativo y sobre todo para la cohesión de nuestra Sociedad: la “Equidad”.
Un estudio realizado por la Fundación ADSIS, Fundación que trabaja para que jóvenes en riesgo de exclusión social encuentren oportunidades personales y profesionales, y en el que participaron 3.000 adolescentes de la ESO, provenientes de 24 institutos de jóvenes nacidos del año 1997 al año 2000, llegaba a varias conclusiones, pero sin duda una de ellas es la significativa: la que demuestra que el 18.4% de estos jóvenes tiene carencias económicas severas y que eso condicionará su futuro educativo.
Algunos datos hablan por si solos:
· Vive en hogares con padres sin trabajo un 63%
· Tiene dificultades para pagar alquiler e hipoteca el 70%
· Tiene dificultades para pagar imprevistos el 87%
· No pueden comer carne o pescado al menos tres veces por semana el 75%
Se trata de una de las generaciones más afectada por la crisis financiera y social que vivimos, y ello imposibilita que las familias puedan atender mejor sus necesidades más básicas.
Como consecuencia más inmediata, sus resultados académicos son un 21% más bajo que el resto de estudiantes y un 61% de ellos han suspendido tres o más asignaturas el curso pasado.
Sin embargo, el Ministro de Educación, Sr. Wert, afirmaba en una reciente entrevista en los medios de comunicación que el abandono escolar en la actualidad es del 30%, cuando la media de fracaso escolar en la Unión Europea es del 15%, y que la Estrategia 2020 pretende entre sus objetivos reducirlo al 10%. Y para ese fin, afirma de manera categórica, que la nueva y controvertida Ley de Mejora de la Calidad Educativa, la LOMCE, lo podrá conseguir.
Con los datos de esta generación de jóvenes encima de la mesa, no parece que el descenso de las cifras de fracaso escolar puedan ser conseguidas con una Ley que apueste por la “calidad”, sino más bien, apostando por dar más oportunidades a quién el sistema deja más desprotegido.
La reflexión que cabe hacer cuando se analizan datos como los que ofrece el famoso Informe “PISA”, es si queremos priorizar las políticas educativas en pro de un desarrollo económico profesionalizado (teniendo en cuenta que el informe procede de la OCDE), o bien potenciar el valor de la Equidad y la cohesión social.
Evidentemente, los sistemas educativos deben proporcionar una educación sólida a todos, pero la educación pública puede y debe fomentar la Equidad si contrarresta las circunstancias familiares y personales adversas, dando atención especial a los esfuerzos para sostener el desempeño de los que tienen dificultades de aprendizaje, alumnos con discapacidad, con necesidades educativas especiales, con escasos recursos familiares, etc…
Por ello, la “Calidad” pretendida se hace realidad cuando se despliega la potencialidad educativa de cada alumno y se logra la inclusión social. La propia OCDE a este respecto es taxativa en un informe del año 2012: “Equidad en educación significa que las circunstancias personales o sociales, como el género, el origen étnico o los antecedentes familiares, no obstaculicen el logro del potencial educativo (justicia) y que todos los individuos alcancen al menos un nivel mínimo de competencias (inclusión)”, señalando, por otra parte, en su introducción, que “la falta de equidad e inclusión puede llevar al fracaso escolar”.
Es por tanto la propia OCDE, quien señala a la falta de Equidad como causa directa del fracaso escolar, al cual el Ministro de Educación supuestamente desea combatir. Pero lamentablemente, en la lectura de la nueva Ley poco o nada hay de Equidad, sino más bien un texto obsesionado por la competitividad y por la productividad, propias de una visión economicista de la educación.
La educación no debe resumirse a dar cifras, datos y gráficas. Debiera ser eso solo en parte, pues la educación es mucho más: Los resultados de los exámenes solo miden ciertas cosas, y los resultados de un Colegio o de un Instituto dependen de quiénes son sus alumnos así como de sus circunstancias, que son difícilmente medibles en las estadísticas educativas.
Detrás de la “generación mejor preparada de nuestra historia” quedan muchos chavales y chavalas marcados con la etiqueta de “fracaso escolar” de manera muy temprana, algunos de los cuales no consiguen sacarse el título de secundaria obligatoria. ¿Qué tipo de apoyos necesitan para poder seguir adquiriendo herramientas formativas que les permitan romper con la impotencia e incapacitación a la que parecen condenados?
Ese es el verdadero debate que debiera estar sustanciándose y que echo en falta en estos momentos. Sin una equidad efectiva para un colectivo de adolescentes muy significativo, no se estará construyendo una verdadera cohesión social que nos permita un mañana más justo y más próspero. O pensamos en todos para la sociedad del mañana, o no habrá una Sociedad. Sino varias y escalonadas.
Buenas tardes, amigo Paco. Soy Juan Pinedo, tu compañero de trabajo. Me envía JM Marañón tu artículo y yo, disciplinado que soy, me lo leo. Has elegido un día clave para escribirlo, precisamente hoy han salido los resultados de la última prueba PISA. Además, las declaraciones del Consejero Serna responden a tus preocupaciones ya que dice que el problema del fracaso escolar no se arregla haciendo repetir curso sino detectando tempranamente los problemas de los alumnos con problemas y poniendo las soluciones lo antes posible. Es un cachondo este consejero…menos profesores de apoyo, menos intérpretes, menos especialistas, más alumnos por aula, más horas de clase, más reválidas, etc… es igual a mayores posibilidades de rebajar el fracaso escolar.
Por otro lado, tanto la falta de promoción de la equidad como otros muchos problemas que padece nuestro sistema educativo, no son, ni mucho menos, problemas que se den aisladamente en la enseñanza. La cuestión en España es mucho más compleja porque hunde sus raíces profundamente en nuestro contexto cultural y social. Además, hay una enorme diferencia entre unas comunidades y otras, entre el «sur» y el «norte». Para muestra dos botones: el nivel de formación y titulación de los padres de nuestros alumnos es infinitamente menor que, por ejemplo, el de los padres de Finlandia; por otro lado, nuestros índices de lectura dan auténtica pena. Podríamos hacer un largo etcétera.
Ya hablaremos más tranquilamente del tema. un saludo, Juan Pinedo.
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